Lo
olla de la estufa se incendiaba y toda la gente comenzó a salir
corriendo los que estaban comiendo dejaron precipitadamente sus platos y
en un saltó abandonaron sus mesas tumbándolas, se veían piezas de
pescado, filetes jugosos, piernas de aves, ensaladas, copas de vino, de
agua, sopas, pastas, todo aquello aún lucía delicioso y glamoroso aunque
aplastado, marchitado, quebrado en el piso de aquel elegante salón del
palacio colonial. Muchas personas resbalaban y ensuciaban sus finos
atuendos las otras personas nerviosas pisaban las manos de aquellas que
se encontraban arrojadas en el piso de mármol. Múltiples intentos
desesperados por huir de la escena al escuchar el fuerte anuncio de la
alarma de incendios, al sentir el denso humo que escapaba por la puerta
de la cocina, junto aquel penetrante olor que despedían todos los
objetos y alimentos consumiéndose precipitadamente, el ambiente se
contaminaba más con los gritos y atropellos histéricos de los presentes,
en intentos fortuitos de rescatar la sola vida que le fue conferida,
con la firme convicción de su naturaleza tal como seres frágilmente
mortales con una sola vida a su disposición, a diferencia de la creencia
gatuna a la que en aquellos instantes ni pensaban siquiera.
A
la mañana siguiente todos se encontraban muertos algunos en sus
residencias otros en hospitales debido a lesiones menores por el
violento contacto humano y de objetos materiales también. De modo que
inútil resultó el intento de escape del restaurante la noche precedente,
ya que, de todas maneras habían muerto de intoxicación a causa de una
sustancia venenosa que contaminó el ambiente durante el primer minuto y
medio.
Al menos los comensales habían disfrutado de una exquisita y
distinguida cena, los más perjudicados fueron los pobres cocineros y
chefs, quienes respiraron ellos por primer contacto esta sustancia que
hasta ahora nadie sabe qué, cómo y de dónde se originó. La policía ni
otros investigadores calificados alcanzan a descubrir el misterio de
esta sustancia que acabó con la vida de más de sesenta almas.
Algunos
llegaron al postre y al café otros tuvieron la fortuna de comer
exquisito sin haber pagado nada debido a que minutos antes de ordenar
la cuenta, fueron atacados por esta toxina sin dejar menor rastro. Sin
embargo hasta el día siguiente por la mañana cuando agonizaban
repararon en sus tibias camas o acogedores sillones en el jardín de este
detalle de lamentable secuela. Fueron escenas muy dramáticas, poco
imaginativas, dolorosas y otras en situaciones, podríamos decir
graciosas, pero es que la muerte cuando te alcanza te toma y no te deja,
no mide tiempo, lugar, momento ni nada, sólo llega por llegar sin
importarle nada, sin importarle tú.
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